miércoles, 8 de abril de 2009

LAS VENUS PESCADORAS

Susurran ciertas leyendas dormidas que Eva al abandonar el paraíso, lo hizo portando un trébol de cuatro hojas. Este anómalo ejemplar debería haber marcado un venturoso camino de la mujer en todo su recorrido terrenal. No obstante, debieron transcurrir siglos de vejaciones, humillaciones y postergaciones para que las fuerzas de los géneros logren equilibrarse –aún hoy permanecen ¿salvables? asimetrías–.
El proceso de domesticación coartó libertades femeninas e inspiró un conjunto de reticencias suscriptas al interés de la mujer por algún punto trasgresor de sumisas veneraciones a la cocina, a la limpieza y a los hijos. El tiempo y las articulaciones de una sociedad equivocada se cargaron al hombro las responsabilidades de afianzar el tabú de la mujer independiente, culta y autárquica; con sus intereses desperdigados por doquier, evitando el confinamiento a la vera de una espalda masculina.
El mundo de la Pesca Deportiva, ciertamente destila un machismo insoportable. Las pocas mujeres que intentan ser parte de él –a menudo inconscientemente– se atañen a ser meras acompañantes con largas caras de tedio, las cuales denotan que su presencia allí se justifica en la devolución de una pretérita salida humillante que su pareja supo satisfacer en un determinado momento. Por otra parte, me enorgullece ver verdaderas mujeres apasionadas por la pesca. Aquellas que ante la repulsión natural de encarnar una lombriz contorsionista, no se dejan vencer por el aparente asco, pensando en la sensación de liviandad y paz que supone el vuelo de sus plomadas al punto donde creen que está el pique. Aquellas que se turban de alegría cuando sus cañas bailan en un compás de laguna y peces. Aquellas que comparten la filosofía del disfrute del aire libre y priorizan el momento vivido entre amigos y familia. Claro que se encuentran en peligro de extinción y no hay legislación alguna que las ampare.
Resulta lastimoso que el hombre no integre a la mujer acompañante en la actividad; que a cada pregunta de ella –sin importar lo básica o graciosa que resulte a oídos jactados de saber y experiencia– la respuesta consecuente sea socarrona o acertada, aunque con modos equivocados. Estos hombres no perciben la diferencia entre sus mujeres –hijas, sobrinas, novias y/o señoras esposas– y cualquier accesorio inherente a la salida; básicamente porque no valoran lo gratificante que es la extensión del saber y suscriben al concepto de “sexo débil”, cuando existen pocas cosas tan maravillosas como la silueta de una mujer con caña y reel, recortando el atardecer de un espejo de agua.
En la Costa Atlántica Bonaerense se da el curioso fenómeno del acercamiento de la familia en general y de la mujer en específico, al mediomundo. Seguramente los tiempos estivales promueven de sobremanera actividades que salen del contexto normal del año calendario y alquilar un mediomundo en una noche de Enero se toma como una gran aventura. No ocurre lo mismo con las pocas valientes que se le atreven a la caña. Esto tiene dos aristas filosas de exclusivo dominio masculino: En las antípodas de este artículo hallaremos al arcaico supramacho testosterónico que prohíbe terminantemente que le toquen el equipo, aduciendo incapacidad y presunción de malos augurios, cuando aquellos que presenciamos la situación nos desayunamos de su franca idiotez. De más está decir que prefiero ahorrar mis condolencias hacia semejante mediocridad. Otra causa de frustraciones femeninas es la inconsistencia de un profesor que, aunque bien intencionado, falla en su intento por encantar. Sabido es que las reprimendas viscerales que éste puede vertir durante el proceso, no son compatibles con la sensibilidad de la Venus Pescadora inexperimentada.
Por ello, debiera procurarse que una pequeña captura, pero PROPIA de ELLAS, provoque la sonrisa más desestablizante que podamos percibir; debemos ser nosotros los que complazcamos los deseos de una salida de pesca que, de la nada, fuese planeada por ellas y debemos saber apagar cada interrogante específico con tibias palabras y dulces modos para multiplicarles el interés por esta actividad tan sagrada.
Es necesario comprender, desde nuestra más involucionada hombría, que la vuelta de tuerca para que el hecho de ser MUJER y PESCADORA deje de ser incomprendido para ser absolutamente comprensible está en nuestras manos.
Los jóvenes hombres pescadores nos enfrentamos ante la encrucijada de apaciguar la misoginia que impide que los mercados lancen modelos de varas rosadas y chalecos mosqueros sensiblemente entallados. ¿Es difícil? Quizás lo sea… Es debido mancomunar pruritos de respeto, igualdad, enseñanza, perseverancia y AMOR.
Quién nos dice que los frutos tardíos del albor de esta siembra no se traduzcan en el hombre y su MUJER, pescando uno al lado del otro y fundidos en esa mirada bien teórica y abstracta que señala en el horizonte perdido de la leva… el mismo punto para los dos.

FELIZ DIA MUJER!!! Si bien es uno solo en el año, permite justificar para qué estamos los hombres los otros 365 de este 2008…

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